Detente un momento y piensa en esto: tu ira podría estar afectando seriamente tu cerebro y corazón ahora mismo y la ciencia lo respalda: la ira o el malestar emocional son desencadenantes asociados con el primer Infarto Agudo de Miocardio en todas las regiones del mundo, en hombres y mujeres, y en todos los grupos de edad. De hecho, una revisión sistemática y un metaanálisis encontraron que, en comparación con otras ocasiones, hubo una mayor tasa de eventos cardiovasculares en las 2 horas posteriores a los arrebatos de ira, concluyendo que hay un mayor riesgo de eventos cardiovasculares poco después de los arrebatos de ira. Otros estudios también confirman que la ira y otras emociones negativas desencadenan arritmias ventriculares potencialmente letales debido a que la ira altera las propiedades electrofisiológicas del miocardio, incluidas las alternas de onda T, una medida de heterogeneidad de la repolarización, sugiriendo un vínculo mecanicista entre la emoción y la arritmia. En pocas palabras, cuando tenemos emociones intensas como la ira, el corazón puede reaccionar de manera diferente de lo habitual. Esto se puede ver en un electrocardiograma (ECG), donde aparece un patrón especial llamado alternancia de onda T. Ese patrón indica que la manera en que las partes del corazón se recargan eléctricamente no es uniforme, advirtiendo una señal de problemas.
Por lo que, esa exposición crónica a la ira y al estrés está literalmente poniendo en peligro tu vida. ¿Quieres un infarto de miocardio? ¿Quieres hipertensión arterial? ¿Quieres ser vulnerable a un accidente cerebrovascular? Porque eso es lo que podrías estar invitando si no tomas el control de tu ira ahora mismo. No es solo tu corazón lo que está en riesgo, sino tu salud en general porque la ira crónica está vinculada a problemas mentales como la depresión y la ansiedad. Los científicos han comprobado que la ira crónica puede desregular el sistema nervioso al activar repetidamente el sistema nervioso simpático, que es responsable de la respuesta de "lucha o huida". Esta activación frecuente del sistema nervioso simpático lleva a un estado de hiperactividad en el cuerpo, contribuyendo así al desarrollo de problemas de salud mental.
Pero espera, hay más. Cuando una persona vive el día entero con ira, el cuerpo interpreta esta emoción como una forma de estrés, y en respuesta a ese estrés, el cuerpo libera una serie de hormonas, incluyendo el cortisol y las catecolaminas como la adrenalina, como parte de la respuesta de "lucha o huida". Estas hormonas del estrés también tienen efectos directos sobre el sistema inmunológico porque inducen la liberación de moléculas proinflamatorias, como las citoquinas y otras sustancias químicas inflamatorias, las cuales se liberan como parte de la respuesta inflamatoria del cuerpo, que es una respuesta natural a situaciones estresantes o lesiones.
Cuando la ira se vuelve crónica porque no hay forma de controlarla o no tenemos a nuestra disposición los recursos adecuados para gestionarla, la liberación constante de hormonas del estrés y la activación continua del sistema nervioso empiezan a mantener elevados los niveles de citoquinas proinflamatorias en el cuerpo, llevando a una inflamación crónica de bajo grado y a la depresión. ¿Y por qué puede causar depresión? Pues una de las razones es que cuando una persona tiene ira de manera continua, el cerebro ve sometido a un estrés constante, vivir en ese modo simpático prolongado tiene efectos terribles en la estructura y función cerebral. Uno de los principales efectos observados es la reducción del volumen del hipocampo, que es una región cerebral determinante para la memoria y el procesamiento emocional. El estrés crónico asociado con la ira crónica provoca una disminución en el tamaño y la función del hipocampo, afectando negativamente la capacidad de la persona para recordar información y regular sus emociones ocasionando diferentes problemas entre ellos algunos tipos de depresión.
Asimismo, la exposición prolongada a la ira afecta la conectividad entre diferentes regiones cerebrales, observándose en estudios una disminución en la conectividad funcional entre regiones cerebrales clave involucradas en la regulación emocional, como la amígdala y el córtex prefrontal. Esto dificulta la capacidad de cualquier persona para regular sus emociones de manera efectiva y es responsable de una mayor reactividad emocional.
Pero no todo está perdido. Puedes tomar medidas ahora mismo para cambiar el juego. Y una de ellas es empezar a hacer YOGA, presta atención a lo siguiente. El yoga es todo un universo de conocimientos, enseñanzas y filosofías que podemos aprovechar de la mejor manera posible para darle la vuelta por completo a esos estados de ira crónicos.
El yoga reduce la ira a través de una serie de mecanismos fisiológicos que afectan directamente la respuesta del cuerpo al estrés y la regulación emocional. Durante la práctica de yoga, se promueve la respiración profunda y controlada, que activa el sistema nervioso parasimpático, conocido como el sistema de "descanso y digestión". Esta activación contrarresta la respuesta de "lucha o huida" del sistema nervioso simpático, que está asociada con la ira y el estrés. Al hacerlo, se reduce la liberación de hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina, responsables de aumentar la reactividad emocional y la agresividad.
El yoga también reduce la actividad de la amígdala, la región cerebral asociada con la respuesta emocional intensa, incluida la ira. Al mismo tiempo, fortalece la conectividad entre la amígdala y el córtex prefrontal, la región que controla la regulación emocional y el juicio. Esta optimización en la comunicación entre estas regiones cerebrales permite una mayor capacidad para manejar las emociones negativas, como la ira, de manera más efectiva. Por lo tanto, el yoga no solo induce un estado de calma física y mental a través de la activación del sistema nervioso parasimpático, sino que también remodela el cerebro para mejorar la regulación emocional, sin mencionar el enorme cambio que causa en el cerebro aumentando la neuroplasticidad cerebral. Y si quieres saber más de ese tema que puedes revisar en mi libro “ De la enfermedad a la salud”.
Ahora bien, la pregunta que todos me hacen constantemente ¿cuántas clases de yoga a la semana necesitaría una persona para empezar a controlar la ira? Pues todo depende de tu disposición para explorar y trabajar en tus emociones y de tu nivel compromiso, que tan comprometido o comprometida estás para cambiar tu forma de asimilar las diferentes situaciones. Lo veo más como cuestión de compromiso que de sesiones. Y algo que quiero aclarar con esto, es que el yoga no es una solución rápida para controlar la ira. Requiere práctica regular y dedicación para desarrollar habilidades de autoconciencia, autorregulación emocional y manejo del estrés. Con lo cual, al igual que cualquier otra disciplina, requiere de práctica constante.
Otra forma que considero valiosa para manejar la ira es practicar la comunicación asertiva que trata sobre expresar los sentimientos, necesidades o pensamientos de manera clara, directa y respetuosa. Frecuentemente, la ira surge cuando no nos sentimos comprendidos, escuchados, no somos capaces de expresarnos con claridad o no sabemos establecer limites saludables, y esta falta de expresión alimenta el ciclo de la ira. Escribir notas es un primer paso para procesar y clarificar nuestros pensamientos y emociones antes de expresarlos verbalmente. Esta práctica va a permitir reflexionar sobre lo que realmente queremos comunicar y cómo hacerlo de manera efectiva, lo cual ayudará también a evitar la escalada de la ira y a fomentar una comunicación empática con los demás.
¿Qué estás esperando? Tu vida está en juego. No dejes que la ira te consuma y te lleve por el camino de la destrucción. Toma el control ahora mismo y comienza a vivir una vida más equilibrada. Tu corazón y tu bienestar te lo agradecerán.
¡Coméntame aquí abajo tus dudas!
Aimara Goyo Ω
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